miércoles, 28 de marzo de 2012

QUE BUENO SER CIUDADANO DEL UNIVERSO





La vida en el planeta Tierra no representa un fenómeno aislado en el universo. La ciencia, si bien todavía incipiente en la pesquisa cósmica, ya proyecta la existencia de miles, quizá millones de mundos donde la vida inteligente se hace presente.

No obstante, pese a nuestro limitado conocimiento sobre el espacio sideral, somos seres privilegiados por el hecho de vivir en un planeta que reúne condiciones ideales de supervivencia, además de poseer bellezas naturales que saltan a nuestros ojos…

A partir del presente, el desafío del hombre del tercer milenio es “descubrirse” descubriendo el universo. El milenio de la expansión de la conciencia humana, se inicia con el auto-descubrimiento como puerta de entrada hacia otras dimensiones y como “pasaporte” para vuelos más altos del espíritu.

En un futuro cercano, será a través de la sintonía individual elevada, y como resultado, de la sintonía colectiva, como alcanzaremos un nivel consciencial en condiciones de rebuscar en los recónditos del universo frecuencias vibratorias que tengan afinidad con nuestro grado evolutivo.

Mientras tanto, por el hecho de considerar que las respuestas que buscamos son siempre racionalmente científicas, la Astronomía evoluciona a pasos lentos en busca de respuestas del género de: “¿Estamos solos en el universo?”

Los contactos de tercer grado, como sugieren las películas de ficción científica, son una expresión de cómo percibe el hombre la posibilidad de que se produzca contacto con extraterrestres. La repercusión mundial que tendría tal acontecimiento, expuesto ampliamente en las películas del género, revela que aún encaramos a nuestros hermanos del universo como seres amenazadores que no merecen nuestra confianza.

Mientras permanezcamos encerrados en nosotros mismos y apegados a nuestro planeta, considerando que estamos irremediablemente solos o que somos seres únicos y especiales, o incluso, que los vecinos de esa infinita cadena cósmica de planetas y estrellas que se interrelacionan, son seres indeseables, nuestra sintonía continuará siendo baja, o sea, asociada a nuestro miedo a expandir y a conocer mejor a nosotros mismos y al universo al que estamos íntimamente ligados.

El “boom” tecnológico de la última década nos da una idea de lo que vendrá en adelante en términos de avance científico asociado a un gradual cambio de mentalidad en relación a la naturaleza trascendental del hombre.

Aprendemos con la propia experiencia y, en este sentido, la historia de la humanidad nos informa que muchos pueblos que han evolucionado económicamente, pero involucionaron ética y moralmente, han sucumbido porque subestimaron o descuidaron su naturaleza espiritual.

Hoy, pese a la existencia de muchas mentes perversas entre nosotros, percibimos un mejor nivel de concienciación mundial en lo que atañe a las políticas de protección al ambiente natural, y en relación a las consecuencias devastadoras de las guerras de alto poder destructivo. Constataciones que renuevan las esperanzas en este alborear de tercer milenio…

Aunque muchos aún no lo comprendan, deberíamos ser considerados – y considerarnos – ciudadanos del universo, pues cohabitamos y compartimos el espacio sideral con otras criaturas inteligentes que habitan mundos más o menos evolucionados que el nuestro.

Ser ciudadano del universo, por tanto, es una posición que nos retira de la pseudo-seguridad de la Tierra y nos integra a la inmensa cadena de seres inteligentes que viven en sintonías afines o distintas unas de otras.

En ese sentido, el mayor desafío del hombre del tercer milenio es elevar su sintonía a través de un nivel de expansión consciencial que posibilite el tan anhelado contacto de tercer grado con conciencias afines. Cuando este momento histórico llegue, estaremos integrados en la fantástica sociedad universal de los pueblos fraternalmente hermanados.

Mientras tanto, la sensación de aislamiento en el universo, el sentimiento de inferioridad en relación a posibles alienígenas superiores, el miedo a enfrentar lo desconocido, el limitado conocimiento científico y el compromiso que nos ata al pasado de muchas vivencias en la materia (Karma), todavía ofuscan y limitan nuestra visión a partir de nosotros mismos.

Con todo, la liberación de los grilletes que limitan la expansión de la conciencia humana es un proceso lento, o sea, en la medida exacta en que el hombre avanza en la ciencia y en el auto-conocimiento asociado al conocimiento de las Leyes Naturales. Leyes que forman ciudadanos del universo que asumen su compromiso consigo mismos, con el otro y con el mundo que habitan.

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